Mar y Cielo

Luz crepuscular gris.


Hace tiempo he querido escribir y sin embargo todas las ideas se me resbalan como agua clara entre mis dedos. ¿Por qué? Simple: me consumo en responsabilidades y quehaceres.

Dejando de lado mi inminente e innegable mortalidad y finalmente articulando algunos enunciados y párrafos que a veces concuerdan con el desmadre de ideas coexistentes en mi pobre cabeza, a uds. lectores que sólo existen en mi cabeza y más que nada al vacío desolado del cual siempre le he pertenecido, les contaré una historia...


Hace algunos años, nació una beba, la última cría que tendría esta ya avejentada pareja. Menor de 3 hijos, todas personas ya bastante pisadas sobre la tierra. Cabello lacio, oscuro como ala de cuervo y ojos grandes negros. Muy chillona, por cierto.

Esta criatura no debió nacer según las estadísticas. Casi moría incontables veces durante esos 9 meses de lucha desde ya ni tener uso de razón, sino apenas comenzar a existir;  por supuesto que desde entonces una completa lata hacia su abatida madre, quien debería morir con el producto si esto ocurriese y no poéticamente hablando sino ya como hecho médico.

La conclusión del embarazo de (muy) alto riesgo fue un festín sanguinario de madrugada y dos umbrales mortales...

Y en eso, vida.

La beba, apodada por todo el masivo personal médico "la bebé que logró nacer" nació con mucho cabello y mucho llanto. Nació y su madre sobrevivió. Ese día, todas las enfermeras y doctores del hospital fueron a verla porque fue la bebé que logró nacer.

¡Muy chillona la beba! curiosamente, calló su llanto sólo hasta haber llegado a su hogar.


Creció y ya camina. Curiosa como toda niña... su cabello lacio y negro en forma de hongo. Blanca como la leche.

Tenía montones de juguetes, pero nunca con quien jugar. Aprendió a imaginar. Escuchaba a su hermano y padre tocar hermosas melodías, ella nunca pudo así que sólo aprendió a bailar.

Dejó de ser "la beba que logró nacer" por "la niña que siempre sonreía"

"¿Por qué siempre estás sonriendo?" todos le preguntaban.

"¿Por qué no lees? yo ya leía a tu edad" era otra pregunta recurrente de su hermano.

"¡Salte de mi cuarto!" el grito común de su hermana.

("Siempre sonreías, eras la alegría de la casa. Reías cuando te despertabas, incluso cuando soñabas" me dijo ya en tiempos más actuales).


Un día, jugando sola como casi siempre lo hacía y renegando el desayuno, vio algo muy curioso en la televisión: un hombre con peinado exhuberante y extraño creando montañas con su mano y un artefacto, y colores, y explicaciones, y sonrisa, y nubes, y árboles... le pareció una cosa sorprendente y sencilla. Lo intentó.

Falló.

Lo intentó otra vez.

Falló.

Lo intentó repetidas ocasiones...

y falló.


La niña crecía. Pelo largo, lacio y oscuro, piel de leche, ojos grandes marrón. Sonreía y quería tener muchos amigos para que jugaran con ella.

Los niños no entendieron la música, ni el ambiente, ni la casa, ni por qué la niña era tan callada. Sólo extraña.


Niña pequeña... crecía y aún sonreía. El cabello se le empezó a ondular, pero era tan negro como siempre; sus ojos grandes no parecían perder ni la luz ni su tamaño, pero sí color.

Los árboles no salían, ni los caballos, ni el rostro de su madre... tal vez no era lo suyo.

Niña pequeña, recordaba lo que en las películas de Walt Disney veía: el príncipe azul.

Ella quería ese príncipe azul ¿Quién no querría un príncipe azul?

Niña pequeña, ¿qué tenía de diferente? ella no lo entendía, ni le gustaba. ¿Por qué tanta burla, por qué tanto desprecio?


Pubertad. Aún soñaba y sonreía. Quería hacer amigos y hacer todo lo que en la TV salía. ¡Y el príncipe azul, no lo olvidemos!

Y los hizo.

Y el príncipe azul apareció, después de "tanta" espera.

...Y la tormenta, comenzó.


Pubertad. Aún soñaba. Cuentos de hadas, "por siempre jamás". Gritos aqui, gritos allá. Cosas que vivió, que no debió vivir aún.

Quería vivir, ser madura y casarse ya. El príncipe azul no podía esperar más, ni los hijos, ni la felicidad.

Y esos amigos que hizo, ¿cuál fue la razón de la violencia emocional? Ella no lo entendía, sólo había confiado en todos, como en los cuentos de hadas decían.

Los arbolitos aún no salían, ¿Ya para qué intentar?

"A tu edad yo ya había-[...]"


Adolescencia. La muchacha ya no sonreía y a veces soñaba. Simplemente juró "nunca más" y se encerró.

Príncipe azul no fue azul, fue apenas un verde color excremento bovino y para nada príncipe. "Con este próximo, será"

Muchacha salió al mundo exterior, apenas conoció el centro de la ciudad. Algún hombre misterioso la empujó fuera de su temor y estado ermitaño.

Vio árboles, como los de antes, pero no sólo eso sino un bosque, caras, cuerpos, matices. Había todo un mundo allá afuera y ella necia a encerrarse.

Y simplemente juró "nunca más".

(Por ahí un "te falta malearte")


("A tu edad yo ya había-...")


Adultez. Joven, sin esperanza, sin parches y sólo heridas abiertas. Jungla urbana, humano extraño y cruel... pero, había todo un mundo allá afuera y decidió cesar su dolor.

"Nunca más" juró.


Y ¿el príncipe azul? hubo muchos más, en el mejor de los casos sólo camuflajeados de azul y algunas otras mero daltonismo. Humano extraño y cruel, pero todos somos humanos por igual.

¿Príncipe azul? no hay nada azul, sólo hay matices. El humano está lleno de matices, no existe persona únicamente triste y gris, y no existe persona únicamente roja y feliz lo cual es todavía más hermoso que la fantasía original, si aprendes a verla. Cuentos de hadas... bonitos, para soñar de vez en cuando.


Actualmente habiendo pasando todas las tormentas que cada uno pasa a como le toquen, he aprendido mucho. No debería ser necesario, pero explicaré la conclusión:

Amigos míos, anónimos, ocasionales, conocidos y/o inexistentes, deben de comprender ciertas cosas.

Desde que existo en células he luchado por sobrevivir (lo cual es meramente poético). Habiendo pasado varios, muchos años siendo constantemente herida por la inmadurez de muchísimas personas la mayoría que yo le guardé un cariño muy, muy puro e inmenso, se me acabó la decepción, se me acabó el odio, se me acabó el desprecio. 

Nunca he sido suficiente y siempre me sentiré insuficiente, eso no es algo que pueda cambiar (ni quiero cambiar, como un mal necesario de mi nulo o eficiente progreso). Nunca he sido suficiente para nadie, si acaso burdamente extraordinaria para la gran, gran población de hombres que dijeron, dicen o supondrían amarme, pero eso sólo es parte de la extrañeza que por alguna razón siempre he sido. Nada más.

Siempre me he sentido sola y ahora funciono mejor estando sola, aprendí a aceptarlo y la misma comprensión amplia de la soledad misma conlleva mucho alivio, paz y un preambulo de cosas mejores.

He sido una lata para todos desde antes de nacer.

Mi hostilidad es un producto superficial de muchos, muchos años de haberla recibido. Y sucede que la hostilidad nunca se acaba, no en esta vida. Superficial...

(Y eso que he omitido los detalles más escabrosos)


La experiencia no sirve de nada si no aprendes de ella,

y este es un cascarón que ya no puedo quitarme.


A mi de algunas cosas ya no me cuentan... dejen de presumir que no he soñado, que no he conocido, que no comprendo

y sobre todo que no  he amado.

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