Pecaminocidades

A esta hora debería estar dormida, o trabajando, o recogiendo, o haciendo cualquier otra cosa de provecho; pero, no. Estoy aquí, escribiendo... siguiendo un impulso, me hace falta seguir más mis impulsos. Después de convertirme en madre, he tenido por causas de fuerza mayor que volverme más metódica - y Dios no lo quisiera - incluso, planificadora. Ni mis lentes con recubrimiento especial para dejar de achicharrarme las pupilas traigo puestos, mis ojos ya no son los mismos de antes... yo definitivamente no soy la misma de antes.

Este momento en particular quiero confesar y analizar unos de los simbolismos que siempre me acompañan (mi vida está llena de ellos: las moscas, las rosas, las aves, sólo por mencionar algunos) y llamémosle de la manera bonita primero: las prostitutas.

En el desarrollo de mi niñez y en la cuna de mis padres, crecí en un ambiente donde algunos aspectos del humano eran bastante permisibles (después me di cuenta que esto fue meramente adoptado de manera superficial) como por ejemplo, los gustos musicales, la elección de una carrera profesional, etc. pero, uno de ellos sino es que el único total y absolutamente prohibido, es el desempeño libre y consciente de la sexualidad. Y la sexualidad es un tema ambiguo, amplio, con ramificaciones que aún no alcanzamos a identificar. 

En alguna ocasión hoy no identifico exactamente cuándo (y tal vez no exista) noté una total discrepancia entre lo que decía la televisión, los libros, las revistas y lo que me decían los adultos a mi alrededor... y precisamente, relatando una epifanía ipso facta, creo que cuando empecé a sentir que algo no estaba bien, fue cuando alguien me regañó por juntar los labios de Barbie y Ken, simulando un beso "francés". Creo que en ese momento consciente, empezó mi duda asimismo angustia. Supongo que desde allí llamó mi interés, lo prohibido siempre atrae.

Sólo así, en el transcurso de los años, el mismo teatro pero con distintos actos se repetía una y otra vez, algunas veces los adultos tenían razón, pero muchas veces no. Yo nunca recibí "educación sexual en casa" como idealmente se aconseja a los padres, sólo recuerdo la profunda insistencia de sentir vergüenza, pudor, pero en reacción a algún acontecimiento en especial, porque el simple tema era totalmente pecaminoso. Recuerdo una ocasión donde uno de aquellos "educativos" reportajes de la televisión abierta que estaba casualmente presenciando junto con mi abuela, mostraban lo que ahora es cosa común, clases de Pole Dance como ejercicio y condimentador de los momentos íntimos de esposa hacia su esposo (sí, especificaban eso último); mi abuela reaccionó con la siguiente frase "Viejas cochinas". Sé que todas las abuelas son así, nadie se los critica; mi punto aquí es que ese mismo patrón se repitió una y otra vez con los demás adultos que me influenciaban, yo memoro sólo pensar "¿Qué tiene de malo, es de su esposa para su esposo?" (Claro, cuando aún creía en la santidad del matrimonio, si es que alguna vez lo creí).

La casa de mis padres tienen libreros de bastante extensión, después de que aprendí a leer hubo uno que llamó mi atención en particular y era acerca de la Historia Griega. Leí acerca de los Dioses del Olimpo, me interesó especialmente las diosas (creo que todos nos intentamos identificar con alguien) Artemisa, Hera, Afrodita, Démeter, Atenea. Las que más me agradaron fueron Hera, Diosa del Hogar... pero, siempre me gustó muchísimo más Afrodita. Ella era hermosa, y encantadora, tenía a todas las demás deidades rendida a sus pies.

Para mi pubertad, me había leído montones de revistas tanto científicas como de "mujeres" (Veintitantos, Cosmopolitan y esas churradas) y como recordemos todos que el sexo vende, ya sabía al menos en teoría qué le gustaba a los hombres, de qué manera, por dónde e incluso por qué anatómicamente les gustaba. No me comparen con Nymphomaniac de Lars Von Trier, todas mis amigas... en esa época donde tuve amigas, poseíamos la misma complicidad en su exacta medida. Hoy sé que la inquietud sexual es la cosa más normal del mundo en esas edades.

Esa vergüenza y pudor que tanto me habían querido transmitir creo que nunca la adopté, pues continuaba leyendo, viendo y percibiendo el mundo a mi alrededor el cual me decía que el placer sexual responsable no tenía absolutamente nada de malo. Claro que, eso no significa que di rienda suelta a mi sexualidad, para nada; esos asuntos íntimos se dan en el tiempo que cada uno quiere, o le toca, o ámbos. Simplemente lo sabía, aunque sentía que el mundo estaba en mi contra.

Así fue como comenzó a acompañarme el simbolismo de la puta, la amante, Afrodita. No que me creyera muy bella, ni poquito... uno aspira a ser como sus héroes, sólo eso. Nunca la seguí al 100, pues resulta que soy una persona muy monógama. Mucho menos que quisiera mil amantes, nah... me interesaba el poder que algunas mujeres tienen, me inquietaba mucho. Historias de putas importantes todos sabemos, resulta que los hombres piensan más con la cabeza de abajo.

Yo nunca me visualicé como Hera, la reina del hogar... yo pensaba que Hera es una estúpida, pues Zeus siempre le fue infiel mientras ella reinaba en casa. Las pocas veces que intentaron enseñarme a ser "ama de casa" lo repudié todas y cada una de ellas. Hoy no me considero nada de eso, batallo con mis hábitos hogareños, y quiero alejarme un poco de todo eso que aprendí precozmente. Muchos podrán decir que es a raíz de mi hijo, pero eso lo había decidido antes de él... aparte, Afrodita también tuvo hijos.


Pero, ahora resulta que por más que lo explique, por más que lo aclare, ciertos especímenes me siguen viendo como un tiro al blanco.

No soy la puta de nadie, ni la estúpida ama de casa de nadie.


Tal vez no soy una ni otra. Tal vez simplemente debo de estar sola...
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