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De las cosas que menos comprendo en este mundo, son aquellas situaciones que me parecen deberían ser indiferentes y ordinarias, pero aún en este siglo y en esta ciudad definitivamente no lo son.

La verdad no creo que mis padres hayan tenido la intención de educarme a como resulté ser hoy día, ni para bien ni para mal: ellos intentaron amarnos a nosotros sus hijos, y darnos lo mejor que pudieron. Sí crecí rodeada de ideologías progresistas en su mayoría, a veces no muy coherentes, pero en fin. Como ya he dicho antes, rechazamos la homofobia, la discriminación, la xenofobia, y toda aquella conducta que nos lleva a ser como raza humana a nuestros orígenes primitivos y violentos.

Mis padres tanto a mi hermana como a mi, nos dieron las mismas oportunidades de educación como a mi hermano, por ese lado nunca hubo distinción de género, ni de grado de escolaridad. En cuanto a los demás roles de género normalmente vistos en la sociedad, las mujeres que participaron más cerca de mi crianza siempre (y sin quererlo ni saberlo) al último de cuentas, resultaron ser las fieras que cuando menos de inicio sin educación matriculada sacaron adelante a sus familias, a todos los integrantes de la misma. Para mi, ver a una mujer ser laboralmente activa no sólo por hobbie o por ganar una cuarta parte de los gastos de una casa, sino el ser un ser humano género femenino tan competitivo como cualquier otro, es algo totalmente ordinario para mi, y es como yo concibo mi vida, y sin decirlo también lo considero para las mujeres que en mi camino he conocido.

Cuando llegué a Toluca me formé de algunas expectativas, como era de esperarse cuando uno se forma ilusiones es que algunas no eran tal vez al pie de la letra como nos lo imaginamos, y algunas otras han sido una completa y total decepción: Yo me esperaba personas metropólitas, con ideologías liberales, avanzadas, de libros leídos, equitativas, en fin; y me equivoqué.

Yo me he movido también del lado izquierdo del hemisferio del cerebro, al derecho: ecuaciones, exactitudes, patrones que deben ser seguidos; pero, también es donde los ideales que se han venido cargando desde hace siglos, se siguen enseñando como la correcta y única manera de vivir y sobrevivir: patriarcados, supremacía masculina y todas esas falacias.

Terminadamente, estoy decepcionada. 


Después de parir a mi hijo y de convertirme en parte de la estadística de madres solteras de México, supe desde un principio que no quería ser como la gran mayoría (ahora sí que, con intención de ofender y sin intención de ofender también: hasta en perras habemos razas): no pretendía quedarme esperando a que un macho me sacara de casa de mis padres para mantenernos a mi y a mi hijo, tampoco consagrarme a la vergüenza de haber dado a luz fuera del matrimonio  (ja ja, obvio eso jamás me ha importado), regalar a mi criatura a quien se dejara, miles de cosas que todos conocemos. Y tampoco, ser aquellas divorciadas que derrepente se dicen madres solteras sólo porque ya no viven con el padre de sus hijos. 

No sé ni cuándo,
Ni cómo,
Ni por qué,
Sé la historia de cómo sucedió,

Y sé que el universo y el creador me han ayudado.


Dirigiéndonos al meollo del asunto: estoy completamente decepcionada. He recorrido un largo camino de hombres a mi lado, adelante de mi, y hasta atrás de mi (porque ellos así lo sintieron)... Son una completa decepción. Todos esperan ser mi heróico caballero que me saquen de las ramas infernales del trabajo y la manutención, todos esperan sumisión, control: soberanas pendejadas.


Y más yo, soberana estúpida, por supuesto. Con los años me he ajustado algunas tuercas de mi cerebro, y es evidente que necesito todavía mucho trabajo y aceite para librarme de tan pésimas elecciones.



No sé cuántas como yo somos, pero yo les digo:

Hombres. YO soy su IGUAL, no su menor, ni la que les rasca la espalda. SOY SU IGUAL

Y lo he demostrado con más ovarios que muchos "machos" que he conocido.
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