Marcela

Me encantan los hombres, los amo sin lugar a dudas. No podría vivir sin ellos, sin su dulce inocencia instintiva, sin su aroma intoxicante y las caricias de sus manos torpes y grandes.

Desde que tengo uso de razón les he estudiado, he dedicado esfuerzo, meditaciones e ingenio para complacerles; ser la mujer perfecta de sus días, sueños y noches en vela.

Mayormente he tenido éxito, mayormente... el resultado de la mujer de ensueños que yo concibo y he elegido podría definirse como... tétrico.

Soy vibrante, soy vivaz

sé qué hacer, sé dónde tocar... sé cómo tocar, sé cómo dulcemente envenenar cada sentido, sé como sumergirles en un mundo de nuevas experiencias, belleza palpable, de aprender a leer una pintura y a escuchar música clásica. Sé qué no decir, sé cómo decir, sé ser fragil y "protegible", sé ser aparentemente inocente, ingenua... sé vestirme de seda, sé el poder irrevocable de mis ojos claros grandes. Sé conversar, sé educarme... sé ser la dama con diversiones inocentes y perversas de una niña Lolita.

Pero, no sé ser la indicada, la del amor real, duradero y del fantasioso extraordinario que todos incoscientemente buscamos (y conscientemente sabemos de su inexistencia). No cocino, no sueño con limpiar vómito de bebé en mi ropa, no soy hogareña, no soy la esposa perfecta (en toda la ironía de mi nula creencia en la falacia del matrimonio). 

Me he convertido en la perfecta amante, en "la otra", en la chica divertida con la cual puedes  pasarte un rato o tal vez muchos, pero en la que pensarías seriamente en sólo considerar presentarle a tus padres. Para quienes poseen un "inquebrantable" compromiso, soy el objeto de su deseo platónico (y platónico por mi elección, ya ni por ellos) de lo que hubiese sido, de lo que hubiese pasado de haber sido sólo un poco más inteligentes antes de casarse con esa mujer hogareña que exactamente no soy... y sin embargo, permanecen con ellas, por hogareñas, por ser perritas sumisas a su alcance y desamparo, su punto seguro de una a-soledad vacía y utópica.

(y es que al momento de callar tanto, dices mucho... cosas que no quisiera pensar demasiado y mucho menos sentir o empezar a sentirlas, mi cruel Misterio disfrazado de cotidiano, finjamos que no sé nada, que no me lo imagino, que no sospecho del nombre y rostro que ronda por tu cabeza y no soy yo, porque honestamente de lo contrario... hay que tener cuidado con las cosas que se piden)

Soy una buena mujer, sé que lo soy... soy esa criatura intrigante que te gusta creer comprender, a veces. Amor como el mío (en cualquiera de sus facetas) hay pocos... (¡Nosotros los farsantes que amamos como nadie!)

Soy buena mujer, no existe táctica más efectiva que esa y sinceramente ya no me interesa. 


No sé qué pensar de muchas cosas e intento no indagar demasiado en la introversión de mis pensamientos conscientes. No sé qué pueda pasar, no sé nada en realidad. La intriga es dulce, la chispa que enciende mis motores de todos los días.

(Sin embargo y muy en el semi-secreto de estos textos, me siento besando nubes de paz y ternura perdidamente...)


Pero, hay algo que sí sé de seguro:

Sin querer, sin desearlo y así es, busco un salvador de lo tremendamente rota y vacía que me siento, un compañero que comprenda mi neurosis, las pasiones de texturas, colores y sabores; un aliado de catarsis, música clásica y juegos infantiles para adultos. Algo ¡lo que sea! que me haga sentir menos incomprendida y muchísimo menos acorde a la frase "quererla, no entenderla".

No sé qué seas, pero tú no lo eres.


Estoy muy jodida, ya no puedo esperar misericordia ni milagrosas iluminaciones que comprendan a este ser jodido, extraño e impetuoso.


Ya no quiero ser la fascinante ni la amante... simplemente felizmente me dejo llevar, pero sobre todo simplemente quiero: ser Marcela.

Nosotros Los Farsantes

Hace días que he querido formular la siguiente patética lo-que-sea prosa.


Nosotros los farsantes,

los que amamos al desamor

hasta la última partícula

el final susurro

de un amor mal parido.


Nosotros los farsantes,

creando lo ya existente

excusando la inmadurez

renegados conscientes

elitistas sin logros.


Nosotros los farsantes,

creadores nocturnos

el óxido de la ojera

danzantes desnudos en el frío

iris sangrado,

noches por mero gusto en vela.


Nosotros los farsantes,

los que amamos como nadie

los mediocramente fascinantes,

los seductores vampiros en fantasías,

tímidos como ratones en todas las realidades.


Nosotros los farsantes,

los que crean

los incomprendidos

los falsamente antagonistas


Los que amamos como nadie más tiene capacidad de amar...


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