"El arte procede de una necesidad interna del alma."
Vasili Kandinski (pintor ruso) opinaba que el desequilibrio conducía a la creación.
Mi comentario: ¡OH, que la madre!
Entonces debo y quiero estar condenada.
src: wikipedia.com
Y pecaminocidades.
Encuentro en la noche un cobijo y paz bastante efectivos. Sin embargo, es un arma de dos filos.
Debido a las fechas "divinas" presentes que no son más que rituales paganos convertidos y mutados a la actualidad, me hallo a merced de mi soledad posible desolación, pero eso no es del todo malo de no ser por la terrible consecuencia que es ser presa de mis pensamientos.
Mi cabeza me vuelve loca de una manera más notoria. Me siento cansada mientras mis músculos se atrofian por inactividad.
Desentierro memorias que realmente había perdido, y para mal. Afortunadamente, entre mi insanidad de una parte de mi cerebro, entre todos los cadáveres que escarbo encuentro también paz espiritual: un amor que realmente existió alguna vez, inocencia típica de la edad, tan pura y tan real; la fe en todos y cada uno de nosotros que hace mucho tiempo tuve, el cariño desbordante y la sonrisa eterna y despampanante. Un violín viejo y quebrado, una flauta rayada, los dibujos de hace poco menos de dos décadas que evidencian mi profundo y eterno amor a los pigmentos, formas, texturas y colores; mis dos hermosas aves verdes, mismas que amé más que a cualquier humano que cruzose en mi camino...
A veces me arrepiento de destruir memorias: confundo una imaginación perturbante con la realidad, donde hay un límite para mi un tanto difuso. Me he perdido en fantasías, en sueños, me han tomado pieza a pieza, nostalgia pero sobre todo en cólera, ira y rencor.
Tiempos insanos como estos me sirven para recordar el diamante pulido a partir de un gélido carbón: como esa carta, ¡qué inmaduros fuimos! pero, realmente nos quisimos. Amor de un verano que duró más de 1 año.
Como moraleja, combato mis demonios como mejor puedo. Hay cadáveres que se deben quedar donde están y hay tesoros que se les deben de quitar. Soy adicta esta ira enraizada en mi frío corazón ("[...] Yo necesito un sol que me disuelva"), debo aprender a desprenderme de ella.
Debo recordar algo que realmente creí que habría sido mi invención propia de mi inmadurez, hormonas y sobre todo fantasía neuronal
Como esa carta
Como esa pulsera que prefiero siempre traer puesta
Como ese collar de piedra verde
Como esas rosas secas
Y esas fotos pegadas en mi espejo.
Días como estos ya no sé qué pensar.
Maldición maldita.
¡Maldito sea tu amor, tu eterno reino y tu ansiado dolor!
¡estúpidos sean!
Estúpido sea el exilio (por temor, dolor y recelo)
estúpida sea la avaricia (inhumana, conveniente y destacada)
estúpida sea la fertilidad (no soy para ella ni ella para mi)
estúpida sea la verdad perezosa (tardía a sobrelímite)
estúpido sea el tiempo (que no se acaba rápido y que no va más lento)
estúpida sea la vida (que nos encanta complicarla)
estúpida sea la burocracia (que puso en marcha el atemorizante porvenir)
estúpido sea el negro empestañado (por atraparme con éxito y sin collar)
estúpidas sean las esmeraldas (por tu silencio, que echó todo a perder)
estúpido sea libra (que nos hizo tan gemelos, tan almas, tan nosotros como uno solo)
estúpida sea la realidad (en la que mi euforia durmiose por la escases de tu amor)
estúpido sea el amor (es una enfermedad venérea sin cura ni calmante)
estúpida sea la soledad (que me abandonaste, ¿dónde estás?)
"Maldito sea tu amor, tu eterno reino y tu ansiado dolor."...
Mucho tiempo ha pasado, yo me creí inmortal hace algunos años pero, así debía ser aquella edad: estúpida, ególatra, coleccionando corazones como azteca con deidad, adicciones no farmacéuticas sino más bien adrenalinosas. Olores que no puedo describir aceleran todo mi organismo de una manera que creí haber olvidado...
y que quise olvidar.
Eso quise, y lo logré... al menos, por un tiempo. Tal vez hubiera sido más fácil suplantar esa dependencia cárnica por algun otro sustantivo palpable y más rehabilitable... pero, esa necedad y adoctrinamiento mío por no enviciarme (excepto por la cafeína, ese es mi elixir por más que le duela a mi balbuceante estómago) con estupefacientes ni hediondo tabaco me ha costado demasiada asquerosa sobriedad; eso y, la vida me ha dado muchas patadas en el recto y tantas vueltas que ya no debería marearme.
Así pues, heme aqui. En este punto del mapa terráqueo, por primera vez y otra vez. Después de cruzar el atlántico y más leguas hacia allá y pa'llá, después de pasar por tantos hogares y tantas manos; de haber visto cuantos pilares, cuantas mierdas enmarcadas (y cuanta belleza no-enmarcada), cielos sin soles y construcciones tanto viejas como ostentosas, todo producto de haber vendido mi cuerpo y la mitad de mi alma. Todos los días en cada trazo recordando una indeseada esperanza más antigua que mi amargura, más sin embargo lo peor del caso no es ese, sino que no me arrepiento de nada.
Que joven e ingenua fui... nunca pude imaginar ni un poco lo que mi camino me deparaba. Fue divertido al principio, después perdí el estímulo que me causaba la sobrevivencia: ya no había nada de rebelde y novedoso en eso, sólo vivir por vivir y esperar al mañana. Recorrí cientos de kilómetros sólo para encontrarme como robot sin propósito de vida, cual posteriormente debía autodestruirse. Fue cuando creí haber olvidado las emociones por completo, esa falta de humanidad que siempre he tenido se convirtió en totalidad: sin sorpresas, sólo un vacío espacial.
Y fue cuando entre lo cotidiano y la monotonía que nunca me aprendí a acostumbrar, recibí ese destello de juventud impetuoso que sospechaba haberse extinguido en el bullicio del exilio.
Percibo el aroma del viento, pese que no recibo su caricia en esta piel rayada, con cicatrices y estas arrugas que no cargo con orgullo mas no las intento ocultar.
Sobre la luz crepuscular que escapose en el recinto, me encontré con sorpresas que creí no volver a recibir... tanto buenas, como no malas sino inconvenientes; debí esperarlo... así es la vida.
Y aún así, frente esa catedral que comiose el sol, no sé por cuánto pero sí por hoy, al menos sólo por hoy resucita desde una cripta vieja y agrietada ese ente cual creí que los ladrones de tumbas se habían llevado para siempre. Una ráfaga reviviente mágica de células, leucocitos y eritrocitos. Muchas canas viejas y algunas otras agradablemente familiares. Esa música que me remonta a aquellos días lejanos e inocentes, sin tatuajes en la piel ni amargura en la frente.
Yo simplemente quería tenerlo todo...
Bueno, sí... pero sólo un poco. Comienzo con el inicio del principio introduciendo.
En uno de esos momentos lagañosos y con resaca (y por esta ocasión no hablo necesariamente de intoxicación etílica), cubierta por colchas, esperando reconocer esa dulce voz que me dejóse horas atrás a merced de una situación algo incómoda debido a mis carencias sociales, entre ese pequeño refugio por donde colase luz blanca casi celestial por la ventana y en la somnolencia de despertar queriendo volver dormir con la tierna esperanza que él ya hubiese llegado, tuve un momento lúcido.
Respiré, cerré los ojos cegándome a la blancura dolorosa. Y espero ansiosa... y cogito.
Ese efímero momento di por conclusa una historia que de hecho sigue inconclusa, pero esa será justamente la única conclusión: nada.
Uno de los pecados más grandes que todos cometemos es buscar una reciprocidad para cualquier tipo de sentimiento... esperarla, ansiarla, quererla; cualsea el caso (amamos a alguien y esperamos que nos ame igual así como cuando odiamos a alguien y esperamos que nos odie igual sólo por mencionar 2 de toda una maraña de hormonas/sentimientos que somos todos nosotros). No sé qué será eso: un error, ser humano, egoísmo, instinto, sociedad, evolución o tal vez una combinación de todos. Sólo entonces, en el momento que no nos sentimos correspondidos da como respuesta problemas e incluso ruptura de ese vínculo social, sea cual sea; lo cual es normal y totalmente cotidiano.
Cabe mencionar que todo humano rasca esta situación repetidas veces,
así como aquellos nosotros los tercos que se fuman una reciprocidad inexistente durante mucho tiempo debido a esa esperanza de que realmente exista.
La indiferencia es producto de la desesperanza
la desesperanza es consecuencia de sentirte totalmente intrascendente frente de alguien muy, muy querido...
(Al fin que, olvidar que existes es igual que olvidar la vela de un pastel.)
Sólo entonces y por algunos otros factores de menor importancia, he cerrado todos esos estúpidos ciclos (vínculos no, eso sería incoherente dentro de mi orden sobre el caos... pero, sí cauterizar algunas emociones que no'más estorban como vellos púbicos)
Y ahora y hoy, doy inicio a nuevas etapas, nuevos ciclos, nuevas trascendencias. Desgarré con mi mano la hoja de esos capítulos el desenlace, pues ya no quiero saberlo. No valen la pena una sola punzada, un solo retrato, una sola letra ni el recuerdo diario de lo que pudo haber sido...
intercambiar dolor por amnesia y completa ausencia en todos sus sentidos y planos, me ha resultado un mal negocio y un camino que ya no pienso seguir.
Tengo mis razones para tener ira y vaya que las tengo... pero, yo soy la culpable. Nunca debo esperar nada de nadie (y no lo hice, al menos no en vano; sin embargo, esas alas mal hechas ya las tiré pues no sirven de nada: estorban como el brócoli
y el vello púbico).
Y esta nueva etapa...
Concilio la fase 1 del sueño, justo cuando la llana blancura penetra mis párpados y tosta mis pupilas. Él me descubrió de mi refugio y así fue como la ansiedad y mi momento lúcido medio amargo se acabó... y comenzó otro momento lúcido
de felicidad real.
Voy a tenerlo todo.
Cueste lo que cueste.
[prometí no volver a escribir de ti... pero, tú prometiste nunca olvidarte de mi]