El Hito

Era de mañana. El doctor me dijo "¿Ya comió? ¿Sí? Bueno, nos esperaremos a la noche" me sentí tan abrumada, casi como cuando me enteré aquel día de Febrero que estaba embarazada. 

"No debía llegar hoy... debía llegar en 2 semanas..." pensaba, liada y angustiada.

Hablé con mi ex socio. Hice otros pendientes, para las 4 de la tarde seguía trabajando en mis quehaceres laborales, como si el mundo siguiera rodando. No me di tiempo de pensar, de digerir... apenas alcancé esparcir la noticia para algunos cuantos interesados, mi familia se encargaría del juglar restante. La pañalera ya estaba lista desde hace unos pocos días antes, llámalo instinto. 

Iba a dar a luz a un nuevo ser humano, un pequeñito humano que estuvo en mi vientre apenas 4 meses, pues los 5 meses anteriores no tuve la oportunidad ser consciente de su cálida existencia (siempre lo he admitido que en ese entonces no había calor, sino espasmos escalofriantes). Me preparé lo más rápido que pude, cargando una inmensa panza que rompía mi piel en grietas cuasi-desérticas; mi padre me dio un beso, mi abuela me dio su bendición. Mi hermano hizo enojar a mi hermana, pues no quería colgarme el teléfono para muy a su manera prepararme hacia lo próximo venidero. 

Sólo hasta que estuve tranquila, acostada esperando mi crucifixión tuve tiempo de medianamente digerir la situación: iba a ser mamá. ¿Cómo chingados iba yo, Marcela Pérez, a ser mamá? alguien que nunca quiso ser madre, alguien quien piensa que todos hacemos mierda al mundo porque no sabemos educar criaturas inocentes. Así fue como de hecho, mi mente no pudo digerir ni mierda; mejor, como una buena película de humor negro, por alguna razón se reproducía en mi cabeza una y otra vez al buen Louis Armstrong con su mítica canción "I'm in Heaven". No, no me sentía feliz, ni mucho menos en el cielo: me sentía en el pinche infierno, muy dentro de mí me sentía en el infierno. En el infierno, tocando en un tocadiscos con voz aguardientosa "Heavennnnnnnnnnnnnnnnnnn..... I'm in heavennnnnnnnnnnnnn [...]" mientras leía "El Dragón Rojo" sofocada por los bochornos maternales.

Se podría creer lo contrario, pero en ningún momento me sentí sola. Es cierto, no tuve al otro procreador a un lado mío, pero jamás tuve ese ideal, ni esa imagen mental, no puedo perder algo que ni siquiera concebía.
No. Tenía a mi mamá, a mi mamá con sus eternos ojos tristes, más preocupados de lo normal, acariciando mi mejilla para despertarme  suavemente cuando debían de canalizarme más suero en las venas.

No, no me sentí sola... hasta que llegaron para llevarme al quirófano. 
"Ve, mamá. No creo que pasen en esos minutos por mi"
Así que, me puse esas cosas ridículas azules en las extremidades, me acosté en la camilla y entré al quirófano... sola. 

Un crucifijo en cadena plateada gruesa, una vestimenta ocre, el anestesiólogo grosero, luz... mucha, mucha luz. Frío, manos por todas partes. Mi enorme panza descubierta, el bebé pateándome. Sabe que algo ocurre. Más sustancias por las venas, una aguja atravesándome las vértebras...  Demasiado. Lágrimas, una voz femenina confortante diciéndome "todo estará bien, no se preocupe"
Así, me dejé entonces a cargo de las manos que me rodeaban y decidí hacer un enorme esfuerzo por ser fuerte, calmarme y esperar a que los jalones terminaran. 

"Ya va a nacer". Llanto. Silencio... no te alarmes Marcela, todo debe ser un procedimiento estándar. "¿Dónde está la adrenalina?" enfermera corriendo, ginecólogo con un gesto en la cara extraño. Pregunté qué sucedía, no me contestaban. Jaloneos, la anestesia pasaba. "Pulmón... colapsado... apnea... paro respiratorio... informarle..."
"Ok, doctora". No hay problema, Marcela. Tal vez cuando salgas del quirófano te entreguen a tu bebé.

Me trasladaron al postoperatorio con un dolor increíble
"[...]And my heart beats so that I can hardly speak [...]"
Creo que dormí un poco, la anestesia tiene esos efectos. Sentí algo en el vientre ¡mi bebé seguía conmigo! no, espera... es mi útero contrayéndose. Allí no hay nadie, esas no son patadas. Estaba sola.

"Segundo paro... trasladaron... infantil..." 

"Bueno" pensé "tal vez muera y todo esto habrá sido para nada, y no sé haré otras cosas... pero, no quiero que muera"

Dolor, mucho, mucho dolor.  "[...] And I seem to find the happiness I seek, [...]" Mi madre con cara lúgubre, fingiendo ser fuerte para mi. Me visita mi tía, mi amigo... no puedo llorar, físicamente me arde en el vientre llorar. Mi hermana está con su sobrino en terapia intensiva, me dice que todo está bien y estará bien, un mensaje suyo que me rompió lo que todavía quedaba de mi. No podía llorar, duele mucho. Todo duele mucho, por todas partes. 
"[...] When we're out together dancing cheek to cheek"
Soy un vegetal, veo al vacío, las emociones me duelen. Sólo canto en mi cabeza con voz aguardientosa "Heavennnnnnnnn, I'm in Heavennnnnnnnnnnnn"

Era una mamá que no quería ser mamá, sin su bebé. No conocía a mi propio bebé, esa criatura que salió de mi vientre y muy apenas alcanzó a llorar... oh, recordaba ese llanto, duró muy pocos segundos, pero podría distinguirlo inmediatamente en una multitud de bebés chillones.



Al tercer día de agonía, salí del hospital y arreglaron que yo pudiese conocerlo. Hoy admito que tenía tanto, pero tanto miedo y no sabía por qué... pero, ahora sé que tenía miedo de aceptar todo lo que sabía que sí estaba sintiendo; era demasiado doloroso, demasiado. Me crujía en las suturas ensangrentadas de mi vientre, no era capaz de asimilar lo que estaba sucediendo. Así que, levanté un mecanismo de defensa y me canté "Heavennnnnnnn, I'm in heavennnnn and my beats so that I can hardly speaaaak".

Con pasitos atravesé la sala llena de bebés prematuros, me abrí paso entre mis dolencias para conocer a ese bebé fuerte que había sobrepasado todas y cada una de las pruebas que significó ser yo quien lo gestara y trajera al mundo.
Él fue la cosa más hermosa que haya visto en mi vida. Tan grande, con ojos bellos, su melena de León. Lleno de pequeñitas costritas en todos lados debido a las inyecciones y sustracciones de sangre constantes. Mi pobre bebé... no sabía qué decirle, nunca supe hablarle a los bebés. No lo hice, pero quería irme pronto, antes de que se terminaran los pocos minutos que me dieron con él. Me daba miedo amarlo para luego perderlo, no podría soportarlo.

Ese día dejé finalmente de tocar en mi cabeza "I'm in heaven"

Pocos días después de mucha angustia y dolor físico, me permitieron cargarlo. Fue una experiencia religiosa, dejé el tapabocas húmedo de lágrimas y mocos.


Así fue como 8 días exactos después del parto, me dieron al fin a mi hijo. Su cuna lo esperaba, yo lo esperaba. Recuerdo ese día no dormir, tenía miedo que algo, lo que sea, fuera a pasarle de malo. Él era perfecto: dormía plácidamente, se alimentaba bien, casi no lloraba, me quedaba observándole por horas y horas.



Hoy no vengo hablar acerca de resurrecciones, ni de mágicas procesiones. 

No vengo a hablar acerca de la línea que divide el antes y el después, ni que el antes era horrible en contraste con el bello después.

No vengo a decir "voy a cambiar" o "ya cambié" ni mucho menos a arrepentirme de nada. No puedo arrepentirme de absolutamente nada, acerca de lo que sea... cada detalle, cada minúscula partícula me han traído al día de hoy. Ni siquiera hablaré acerca de todo aquello que creí no ser para mí, el caos hospedado en mi durante algunos meses tuvo su vertiente y ahora ha terminado de drenarse.


Hoy, mi hijo Leonardo, fuerte como un león cumple 4 meses. Soy mamá soltera, tengo tatuajes, un montón de experiencias que contar, asuntos turbios y fraudulentos de historial. Nunca tuve el sueño ni la ilusión de la familia perfecta, yo nunca quise tener familia. 


Nunca quise tener hijos, desde el principio de este proceso he dicho que el universo me obligó a tenerlo, cosa que digo con mucha dicha.
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