Merced



Nunca comprenderé.

Hay cosas que la ciencia desconoce y tal vez siempre desconocerá, que lleva años buscando su desciframiento y muchas otras sorpresas cuales antes no podrían ni imaginar. Tomemos por ejemplo, la creación del universo o la vida orgánica en arsénico.
Otra de ellas y paradójicamente de la cual se ha escrito, hablado, pintado, caracterizado, homenajeado por los siglos de los siglos, es el amor.

Muchos procesos anatomico-orgánicos han sido explicados contundemente en cualquiera de las facetas del amor, científicamente eso no es un problema.
Cuando nos metemos a explicar qué es el amor con números, reglas, hipótesis y resultados, he allí el problema.

Sin poesías ni dibujos, puede ser explicado hasta evolutivamente hablando: manera de propagar la especie, tal vez.
El ser humano es gregario, tal vez.
Las especies deben de cuidar a sus crías, por eso se inventó el amor fraternal.

Tal vez.


Podría hacer todo un amplio ensayo como breve recopilación para explicar éste fenómeno, pero la verdad y la realidad: es perdidamente inútil.
Antes de todos los adelantos tecnológicos, hace muchos siglos se llegó a la conclusión "el humano es demasiado vasto" y acertaron: hoy día prevalece, mientras más aprendemos nuestra anatomía (llámese las partes ocultas del cerebro o las enfermedades sin cura), más descubrimos lo poco que sabemos, tanto del universo como de nosotros mismos, como individuos y como especie.


Hay cosas que he estudiado con devoción, ésta es una de ellas; camino que me ha llevado por rutas, antes de bondadosas, muy escabrosas.
Y ese camino rocoso, donde nunca terminas de conocerte a ti mismo.

El amor: algo indefinible, misterioso y bien sabido a la vez. Más que el dinero y el instinto de supervivencia, mueve montañas, construye carreteras transatlánticas, recrea mundos, resurrecciona muertos en vida.
Nunca comprenderemos, nunca podremos definirlo. Hasta la ciencia sabe admitir esto.

Pero, si hay alguna otra cosa que no puedo comprender, es cómo un hombre tiene esa increíble capacidad de olvidar tanto amor en tan poco tiempo... sin cicatriz, sin remordimiento.


Necesito un descanso... un lugar, un pecho donde yacer, algo que impida mi cerebro palpitar tanto.

Y Dios me acune, te presento mi alma desnuda y rota, jodidísima penuria; fetichista escatológica, sin premuras. Niña enrojecida, niña, yo, vulnerable, solloza en silencio por el olvido, la incomprensión, la intrascendencia, los oscuros demonios que la acechan.

Y Dios me libre, me han arrancado todas mis plumas ya... más cobarde sería yo si rechazara el calor y un poco de paz.

¡Ya no hay nada más que me quiten esos eunucos cobardes, ni los delincuentes de la calle!

En piezas, leprosa, malviviente, pero en fin: tuya. De nadie más.



Nosotros los farsantes, que amamos como nadie...

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